Elga consiguió un Parto vaginal después de cesárea previa en la Maternitat del Clínic de Barcelona. Tuve el placer de conocer a Elga hace unos meses, Elga es alumna del curso online de Parto Positivo® y hoy comparte su relato. Un relato de superación y mucha fuerza. A pesar de que el inicio es duro de leer (violencia obstétrica), Elga superó todos los obstáculos y consiguió su parto vaginal después de cesárea. Así llegó al mundo Kala, en un nacimiento lleno de amor y sanación en el que su madre tomó todas las decisiones.
Había estado un poco menos positiva (vamos a decirlo así) porque en la primera visita del hospital donde hice la derivación para dar a luz, no tuve nada de feeling con la ginecóloga. Al hacerme la ecografía me dijo que la bebé ya pesaba 3,500 kg (semana 38) eso me hizo ponerme nerviosa ya que mi anterior parto había acabado en cesárea, porque el niño pesaba 4.400 (estimado) y estaba en la semana 41. Para acabar de rematar, al preguntarme por mi anterior parto (para mi super traumático y del cual ella tenía constancia de que estaba recibiendo tratamiento con la psicóloga perinatal de mi hospital de referencia intermitentemente desde entonces) empezó a ponerse a la defensiva y a decir frases que me calaron muy adentro como “y por una cesárea estás así”, “pero el bebé está bien, ¿no?”, “a ver si vas a ser tu de las que no se les puede dar ni los buenos día…” Sentí como ella estaba todo el rato a la defensiva, desde su posición de médico y yo justificando mis sentimientos al respecto, y ni siquiera había sido en aquel centro donde pasó todo… estuve el día entero llorando y preguntándome si había hecho bien en hacer la derivación allí… hablamos mi pareja y yo y decidimos que el lunes llamaríamos a la comadrona de apoyo con la que habíamos hecho dos visitas telefónicas, era muy profesional y amable. Llegó el lunes y no me atreví, tenia miedo de que no me entendiera, de que fuera cosa mía… finalmente el miércoles la llamé y le expliqué todo. Me dijo que le sabía fatal, me cambió todas las visitas futuras a otra ginecóloga y me programó visita también con el servicio de psiquiatría. Me animó muchísimo, lamentó la experiencia que había tenido y me aseguró que iba a estar bien, que no tuviera miedo, que tenia plena confianza en el equipo que me atendería el día del parto, me dio algunas indicaciones para provocar el parto de manera natural y me dijo: “ya verás, este fin de semana largo te vas a poner de parto y va a ir todo bien, tu tranquila” y desde entonces pude volver a mi camino de calma y positivismo.
El pasado domingo 27 de septiembre (domingo) me desperté a las 6:45 con un calambre en la vagina seguido de una mancha de líquido. Seguí durmiendo y 45 minutos después fui al baño y vi bastante líquido caer, así que empecé a sospechar que lo primero fue el tapón mucoso y que ahora ya si que podía ser la bolsa… ya no me pude volver a dormir de la emoción, parecía que el parto había empezado! Qué emoción! Desperté a mi pareja para decirle: cariño, parece que hoy puede ser el día en que conozcamos a nuestra pequeña.
Era consciente que el protocolo es verificar rotura de bolsa, por mi cesárea previa, pero por otro lado mi plan era esperar en casa lo máximo posible. A las 16h, dándole vueltas, decidí llamar a la comadrona de guardia y efectivamente, me dijo que tenía que acudir a urgencias para una valoración, y que si se confirmaba rotura de bolsa tendría que quedarme ingresada. Así fue, preparamos nuestro hijo mayor para ir a casa de los abuelos, acabamos de hacer nuestras bolsas y fuimos para allá.
Al llegar, enseguida pasé a urgencias, no había nadie. Mi marido se tuvo que quedar fuera por protocolo COVID, pero me dijeron que tanto en planta como en sala de partos podría estar conmigo con normalidad. Al abrirse las puertas, la comadrona que nos hizo la visita de acogida era la que me recibió, qué buena señal! Nos encantó y seguramente nos decidimos por este hospital gracias a ella. Una vez me examinaron, se confirmó fisura de bolsa. La ginecóloga me aconsejó empezar con la inducción, poner prostaglandinas para ablandar el cuello, ya que si en 12h no había progresado nada, sería difícil que lo hiciera por mí misma. Pregunté todos los riesgos para poder valorar, un máximo de 24h son las que me recomendaba esperar, pero ella pensaba que así ganaríamos tiempo. Decidí esperar a después de la cena y me apoyaron.
Había tenido contracciones irregulares todo el día, pero soportables, aunque cada vez iban aumentando de intensidad. Nos empezamos a agobiar y a escuchar el tic tac del reloj de la bolsa rota, entró la enfermera y me dio la respuesta “no te agobies, si llegas a las 24h lo único que va a pasar es que te voy a poner un antibiótico, te daría un abrazo pero aun no tenemos tus resultados de la PCR”– dijo entre risas, eso me devolvió a la calma. A las 23h bajamos a la sala de partos, la cosa seguía igual, volvimos a tener la misma conversación con la ginecóloga de guardia y nos dejó solos para que pudiéramos hablarlo con calma. Volvió al rato y aún estábamos debatiéndolo, no sabíamos que hacer… volvió a entrar “si tenéis dudas, esperad” y con todo el convencimiento así lo hicimos. Sentíamos que teníamos que hacer todo lo posible por intentar conseguir ese parto vaginal y natural que tanto ansiábamos y por el que tanto habíamos trabajado.
Esa noche, con contracciones más intensas pero aun llevaderas, puede dormir solo a ratos. Llegaron las 6:30 y la enfermera entró a ponerme el antibiótico, nos avisó de que pronto vendrían a buscarnos para bajar a la sala de partos. Al llegar, nos acomodaron en la sala del fondo, nada de las que salían en las fotos con bañera y otros recursos que la hacían que fuera como estar en casa (en la que habíamos estado el día anterior). Otra vez mis dudas “ves, teníamos que haber empezado ayer y seguiríamos en aquella sala…” pues esta estaba llena de máquinas, y aunque estaba renovada igual, tenía luces de colores, diferentes intensidades… estaba entre un quirófano y la sala de un dentista… Elena, nuestra comadrona definitiva, llegó para presentarse. Me examinó y…sorpresa! Todo el cuello del útero borrado casi por completo, la mala noticia es que el cervix no estaba alineado y no había dilatado nada, pero por lo menos nos saltábamos el paso 1, así que nos recomendó ya si, empezar con oxitocina sintética, ya que los riesgos aumentaban y no había habido progresión en la dilatación. Ya teníamos la respuesta, lo habíamos hablado previamente, aceptamos la inducción, después de 24h y sin apenas dormir, valoramos la lentitud con la que mi cuerpo avanzaba y el cansancio acumulado y determinamos que era la mejor opción, intentaríamos que aun así pudiera ser natural. Yo sabía que los porcentajes de riesgo eran bajos, así que decidimos hacer caso a nuestro instinto y continuar.
De las 9 a las 12 todo cambió… las olas uterinas eran cada vez más fuertes. Con cada una de ellas hacía las respiraciones y me visualizaba como en los audios, bajando una escalera y abajo, mi marido y mi hijo, vestidos como el día de nuestra boda, jugando en la arena de nuestra cala favorita con nuestra perrita, eso me mantenía en calma.
La cesárea previa era un condicionante muy fuerte, el riesgo de rotura uterina y demás complicaciones hacía que tuviera poco margen de movimiento, ya que no había monotorización inalámbrica disponible, la pelota hacía que se me hundiera la barriga y no estaba cómoda (ni la bebé tampoco, bajaban las pulsaciones en las olas uterinas y me dio miedo) por otro lado la vía con la oxitocina y el antibiótico, la sala tan fría, tenía que ir al baño a otra sala…todo empezó a ponerse en contra… Elena se había comprometido a que si la otra sala quedaba libre nos trasladaría, y llegó el momento. Casi no podía ni andar por el pasillo, empecé a flaquear, me entró un bajón de energía, de ánimo… “no voy a poder aguantar” le dije a mi marido “si puedes, respira” pero lo cierto es que, aunque las respiraciones y la visualizaciones me habían ayudado muchísimo hasta ahora, este cúmulo de variables en contra me hacía valorar la posibilidad de ponerme la epidural. No es por justificarme, pero tenia que ser realista: no podía usar la bañera, no podía moverme libremente, ni darme una ducha… pregunté qué otros recursos podrían ayudarme a sobrellevarlo y la comadrona me dijo que llegados a ese punto, ni oxido nitroso, ni ninguno de los otros creía que me podría ayudar “puedes continuar, te dije que a las 12 nos veríamos en estas y creo que lo mejor que te puedo aconsejar es que te la pongas, aun te quedan horas por delante”. ¿Horas? Una o dos horas las veía factibles pero… cuantas horas?… Era consciente que el poder de la oxitocina sintética hacía que mi cuerpo no pudiera ayudarme generando la química necesaria que me ayudara con el dolor, además del cansancio extremo por no dormir y 29 horas que llevábamos, estaba solo de 4cm y aun me quedaba mucho camino por delante, así que con toda la información en la mano, del curso y de otros perfiles de profesionales actualizados y la que me daba el equipo, valoré que la epidural era mi mejor opción, el fantasma de la cesárea siempre estaba ahí y pensé que estar más confortable me ayudaría también.
Después de ponerla, la comadrona me examinó “mira, te voy a acabar de alinear el cervix y si te parece acabamos de romper la bolsa” y zas! Pasamos de 4 a 6 cm de repente “no podría haberlo hecho sin epidural” me dijo, y me puso de costado y con la pierna en alto para facilitar que la bebé fuera bajando, “me voy a comer, te dejo descansar un rato y cuando vuelva vemos como va…”. Dormí un poco. Pasaron 3 horas, mi marido y el equipo volvió de comer, la comadrona entró con la ginecóloga y el auxiliar (que por cierto era el alma de la fiesta allí, y eso quita mucho hierro al asunto, así que me sentí super cómoda con ellos) “Pero bueno, ya que hacéis aquí todos, es que ya vamos a por todas??” Un poco asustada dije yo… “mira, Kala está en el segundo piso, el tercero se estrecha como cuando se acaba un carril y el 4 se vuelve a abrir, si lo pasas, esto está ya hecho”.
Eloy, el auxiliar, empezó a animar a mi marido como si fuera a salir de titular en un partido del Barça, le indicó cómo podía ayudarme en cada pujo. Elena, la comadrona, y la doctora me indicaron el plan, íbamos a intentar ensayar los pujos e ir a por ello. Y así lo hicimos, pujamos unas dos o tres veces y Kala ya había empezado a asomar, estaba coronada! “Queréis poner alguna música especial, verdad?”, pusimos la banda sonora de nuestra boda, quisimos encender la cámara para ver el expulsivo pero hacía unas dos semanas que estaba estropeada y pendiente de reparar (con los nervios no caí en pedir un espejo) quizá estaba un poco recostada de más porque no vi bien como salía, como esperaba que la cosa fuera más larga no me dio tiempo a pensar en estos dos detalles, en el plan de parto tampoco se me ocurrió ponerlo, estaba tan obsesionada con dejar bien claro todo lo que quería en caso de cesárea, quise ser realista y pensar que era una posibilidad real (estadísticamente en mi caso un 50% de posibilidades) que quizá dejé un poco floja la parte del parto vaginal, pero como sentí que íbamos todos a una, nosotros con ellos como si fuéramos todos un mismo equipo, que me confié y me dejé llevar, por un lado me hizo tomar mucha confianza en ellos y en las decisiones que estábamos tomando, pero por otra pienso que dejé algún fleco suelto, aunque siento que no empaña para nada el resultado final.
Oniria e insomnia (de Love of Lesbian) sonaba en mi móvil cuando Kala llegaba a este mundo “la ves!? dame tus manos” la cogí junto a la comadrona y la pusimos en mi pecho “hola mi niña, ya estás aquí” mi marido estaba super emocionado “lo hemos conseguido, lo que tu querías, eso es lo que más deseaba” decía él… yo entre lágrimas solo podía darles gracias al equipo por haberlo conseguido, y a mi marido por todo lo que habíamos vivido allí, habíamos tenido el parto vaginal que tanto deseábamos, por el que habíamos trabajado y luchado hasta el último minuto. Ese que por fin podría dejar atrás la mala experiencia q tuve con mi primer parto.
Bajamos la música, las luces, disfrutamos de nuestra primera hora juntos, mirándola, oliéndola, recordando todo el camino, haciendo nuestras primeras fotos… subimos a planta y estuvimos otro ratito así, hasta que después de por lo menos dos horas, fue cuando vinieron a examinarla bien, pesarla, medirla…
Tengo claro que en mi primer parto no me dejaron formar parte de él, asistí de una forma pasiva. Esta vez tenia claro que quería formar parte de él. Gracias a toda la información que teníamos en nuestro poder y algunas herramientas del curso de hipnoparto, pudimos estar presentes y tramitarlo de la mejor forma para nosotros y nuestra bebé. Sentí que el camino era una serie de encrucijadas donde teníamos que ir decidiendo, y que fuimos acompañados en él por los mejores profesionales. Elegimos el sitio que tenía los protocolos más respetuosos y actualizados, la Maternitat del Clinic, en Barcelona, y tengo claro que la sanidad púbica en este caso está muy por delante de los intereses de la privada.
Elga preparó su parto con el curso online de hipnoparto.


Recuerdo gritar muy fuerte “vieneeee” y empujar, y sentir como mi pequeña asomaba y se metía. En el siguiente pujo, mi pareja me dijo que la veía, que tocase su cabeza, y sentí su pelo. Al siguiente, la cabeza empezaba a salir, y al siguiente, su cabeza salió. Realmente fue la experiencia más impresionante de mi vida.
Sin duda, ha sido la experiencia más empoderadora, salvaje e intensa que he vivido nunca. El curso es maravilloso y realmente me ayudó a estar preparada para ese día. A quitar miedos y a estar preparada para cualquier escenario. Sin las clases, no se como lo habría llevado.
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