“La llegada de Hugo. A veces el mejor plan, es un cambio de plan” Así comienza el parto positivo de hoy. Lo comparte Laura Sánchez, una mamá fuerte que elegió el mejor camino para encontrarse con su bebé al otro lado de la piel. No fue un camino fácil pero sí una experiencia transformadora, positiva y enriquecedora: “Este no fue mi parto soñado pero puedo decir que sí fue una experiencia positiva, empoderadora, mágica, única, salvaje y totalmente respetada y llena de amor. “
Os dejo con el testimonio de Laura Sánchez que además de prepararse con el libro de hipnoparto, hizo un curso de hipnoparto, yoga y un curso de Spinning Babies.
La llegada de Hugo. A veces el mejor plan, es un cambio de plan
Desde el momento que supe que estaba embarazada empecé a visualizar mi parto. Me imaginaba un momento de máxima conexión con mi cuerpo y mi bebé y sentía que la única manera de permitir esa profunda conexión era hacer que la naturaleza siguiera su curso, sin medicación ni sin intervenciones. Me formé con hipnoparto, spinning babies, yoga y otras herramientas para tener un parto natural, siempre de la mano de mi pareja pues para mí era muy importante que él entendiera lo que este proceso significaba para mí y fuera el “defensor de mi plan” cuando yo estuviera inmersa en las profundidades del parto. Escuché los audio de hipnoparto cada noche de embarazo antes de dormir y escribí afirmaciones positivas que me repetía cada día para sentirme tranquila y relajada.
En la semana 39 empecé con contracciones bastante molestas. Mi cérvix estaba al 70% y mi matrona me dijo que era posible que el bebé estuviera intentando colocarse. En cualquier momento podía ponerme de parto. El día 12 de junio empecé con contracciones a las 10 de la noche. Estas contracciones eran muy diferentes en intensidad y frecuencia. Mi marido las iba contabilizando para saber cuándo llamar al hospital. Rompí aguas a las 4 AM así que llamamos y nos dijeron que por la frecuencia de las contracciones (algunas cada 2 minutos) pero la irregularidad en tiempo era posible que el bebé estuviera intentando colocarse. Nos recomendaron permanecer en casa y hacer ejercicios a ver si el movimiento ayudaba. Habíamos contratado a una doula, Teresa, que llegó a casa unas horas después. Las contracciones eran aún más frecuentes y cada vez más fuertes. Empecé incluso a vomitar, posiblemente del esfuerzo que mi cuerpo estaba haciendo. Después de unas horas sin ver progreso decidimos irnos al hospital.
Al entrar por la puerta me derrumbé pensado que no sería capaz. Me sentí como una niña indefensa, sin fuerzas y muy cansada. Pedí una habitación con bañera para poder dar a luz en el agua. La matrona me examinó y me dijo que estaba de 3 cm (aún recuero pensar ¿Cómo es posible si llevo 12 horas de trabajo de parto?!) Aunque he de reconocer que soñaba con estar de 10 cm, no me decepcioné pues estaba totalmente segura de que “mi cuerpo y mi bebé sabían lo que había que hacer”, yo sólo tenía que dejarme llevar. Mi doula empezó a preparar la habitación tal y como yo le había descrito. Apagaron la luz dejando encendidas unas lucecitas que Teresa puso en la pared junto con unas lamparitas que simulaban velas. Pusieron la música de relajación que yo había elegido y me metí en el baño caliente. En ese instante sentí el calor del agua en mis riñones y una manta caliente mi pecho lo que me transportó a otro universo. Estaba totalmente relajada, dejé a un lado la razón y sólo podía escuchar a mi interior, mi respiración, el calor del agua acariciando mi piel, la música dando voz a un silencio respetuoso que inundaba la sala. La falta de luz, las palabras de aliento, las miradas de compasión y fortaleza hacían que esa sala estuviera llena de AMOR y yo me sintiera segura y tranquila.
Habían pasado unas 5 horas cuando pedí que me examinaran y me dijeron que estaba de 4 cm: “Vamos lento pero vamos avanzando” me animaban. Respirar profundamente en ese momento fue imprescindible para no venirme abajo porque pensar en otras 10horas iguales se me hacía muy cuesta arriba. La paz interior que sentía con la respiración y mis ganas de seguir adelante de forma “natural” me empujaron a seguir. Me recomendaron tumbarme de lado para intentar descansar. Las primeras contracciones fueron muy intensas pero centrarme en la respiración y en pensar “son solo tres respiraciones fuertes y pasa” me ayudó a sobrellevarlo. Fueron unas horas muy intensas y a la vez reponedoras. Conseguí relajarme hasta el punto de dormir entre contracciones. Las enfermeras y matronas venían a ver cómo estaba, yo las sentía pero apenas hablaba. Su tono de voz era tenue y siempre me hablaron desde el mayor respeto. Después de varias horas empezamos a explorar la posibilidad de usar medicación para lidiar con el dolor. Sus palabras de aliento “Laura este bebé va a venir al mundo y siempre nos queda la opción de cesárea si nada de esto funciona, pero no te preocupes por eso todavía” me tranquilizaban. Me aterrorizaba la idea de tener cesárea y ellas lo sabían así que empezaron a sembrar la semilla de que eso era una posibilidad. En ese momento decidí que quería hacer un último intento y cuando ya “no pudiera más” ver esas opciones.
Habían pasado 22 horas desde que empecé en casa y estaba de 5cm.Ya no podía más así que decidimos la opción de epidural a las 8pm del día 13 de junio. Fue una decisión que tomé desde la tranquilidad absoluta de saber que yo había hecho todo lo que estaba en mi mano. Me sentía con fuerza de “cambiar de plan” y no por ello sentirme mal. Me pusieron oxitocina y las pulsaciones del bebé empezaron a bajar así que tuvieron que reducir la dosis. A las 3:55am hicieron un examen para ver el progreso y estaba de 6cm. La opción de la cesárea empezaba a ser una realidad aunque yo me resistía a aceptarlo. Me dijeron que podían romper manualmente la bolsa pero que si lo hacían, había riesgo de que las pulsaciones del bebé bajaran y necesitar una cesárea de emergencia. Tranquilamente decidí hablar con el cirujano para que me explicase todo el proceso y así evitar tener que “asumirlo” en el último momento. La doctora muy amable me explicó la intervención y con ello los riesgos y posibles complicaciones lo cual empezó a generar en mí mucha ansiedad. Firmé los consentimientos e hicimos un trato. “Una vez rota la bolsa podemos esperar hasta un máximo de 4 horas, si en ese tiempo no se ha avanzado, vamos a cesárea”, me dijo la doctora. De nuevo estaba tranquila pues era una decisión que habíamos tomado juntos, siempre anteponiendo la salud del bebé y la mía.
Las 4 horas pasaron sin progreso así que llegó el momento de la cesárea. De pronto mi mundo se vino abajo, mi “estado de paz interior” se desmoronó. Los médicos entraron en la sala, la dosis de anestesia incrementó y empecé a temblar, tenía frío y apenas podía respirar. Repentinamente me vinieron a la cabeza todos los miedos que nunca pensé tendría, el miedo a rechazar a mi bebé, de no saber hacerlo bien, de que me pasase algo y no llegar nunca a conocerle, de no poder cogerle en mis brazos nada más nacer, de no poder hablarle y decirle lo mucho que le quería. Me derrumbé y me puse a llorar desconsoladamente abrazada a mi marido. Sólo quería que aquello terminase. En el quirófano mis brazos no dejaban de temblar. Mi marido tardó un poco en entrar y yo sólo pedía que estuviese a mi lado. Por fin sentí que me cogía de la mano y sus ojos me miraron sonriendo. “Venga Laura que ya llega, ¿Quieres verle salir?”, preguntan los médicos…. “¡Sí, por supuesto!” En ese momento bajaron la tela y mientras sentía una fuerte presión abdominal vi cómo le sacaban. Por fin volví a respirar y rompí a llorar de felicidad. No me podía creer que ya estuviera allí. “Borja por favor ve y dile que todo está bien”. Desde la camilla podía ver cómo le limpiaban mientras su padre le hablaba con cariño. Mi bebé lloraba desconsoladamente hasta que por fin lo pusieron en mi pecho. Ese momento que tantos meses soñé, llegó. Sus ojos negros buscaban desesperadamente cobijo y pronto nuestras miradas se cruzaron, pude tocarle, besarle y darle las gracias por habernos elegido. En ese momento mi pequeño lucero se calmó y de pronto volvimos a ser uno. Nos fusionamos en una mirada llena de un amor tan profundo que hizo que todo lo demás desapareciera. En ese momento entendí, que no sólo había nacido Hugo, sino una nueva versión de mí. Me había convertido en madre y no podía estar más feliz.
Después del parto me pasé semanas haciendo piel con piel con mi bebé. Lloré y lloré fascinada con su presencia y dejando ir “mi parto soñado”. Porque sí, este no fue mi parto soñado pero puedo decir que sí fue una experiencia positiva, empoderadora, mágica, única, salvaje y totalmente respetada y llena de amor. Y aunque aún me duele las heridas físicas y emocionales de la cesárea, soy consciente de que esa era la única forma que mi bebé podría haber nacido. Si tuviera que volver atrás, seguiría exactamente los mismos pasos.
Laura Sánchez preparó su parto con el libro de Parto Positivo y un curso de hipnoparto además de yoga y Spinning Babies.
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Lo volvería a hacer mil veces, todo fue excelente y no cambiaría ni un segundo, esa era la forma en la que Alma decidió venir a este mundo y fue totalmente espectacular poder ayudarla a encontrar su camino.
Y por fin ahí estábamos las dos disfrutando ese intercambio de miradas. Se enganchó al pecho a los pocos minutos. Yo no tuve ningún tipo de desgarro y me encontraba fenomenal, más empoderada que nunca y con ganas de gritarle al mundo y en especial a las mujeres que somos pura magia.
Había sido capaz de tener el parto de mis sueños y aprender de mi cuerpo lo increíblemente poderoso que es. Un cuerpo de diosa, que engendra y trae vida de la forma más increíble posible.