Es increíble cómo nuestro cuerpo trabaja a nuestro favor cuando le permitimos simplemente ser. 

Y de eso se trata el relato de Ariadna, una mirada interna a la fuerza, sabiduría de mujer y madre poderosa. Sigue leyendo.

El 25 de septiembre del 2021 nació mi hijo Maren y, aún hoy, unas mariposas recorren mi pecho cuando recuerdo nuestro parto.

Antes de empezar con el relato, quiero agradecerte de todo corazón tu labor con Parto Positivo, tu libro Hipnoparto: preparación para un parto positivo, y tu Curso Online.

Nos abriste una puerta para lograr que el nacimiento de nuestro bebé fuera un momento que siempre recordaremos con alegría.

Todo empezó un sábado después de mi sesión de acupuntura, a las 40+5 semanas, momento en el que Maren decidió que era el momento de empezar su camino a la vida al otro lado de la piel.

Rompí la bolsa al levantarme del sofá y, con mucha ilusión, empezamos a prepararnos para el trabajo de parto en casa con los elementos que habíamos elegido para ello: pelota, máquina TENS, incienso, luz tenue y bañera.

Cinco minutos después de romper la bolsa, tuve la primera ola uterina.

Nuestra sorpresa fue que desde ese momento, las contracciones duraban un minuto y se repetían regularmente cada dos minutos. 

Nos descolocamos un poco. Las olas eran demasiado intensas para un baño o para un paseo, incluso para sentarme en la pelota. 

¿Pero no se suponía que cuando rompes aguas tienes tiempo de todo? pensé. 

Mi pareja llamó a la matrona, y nos dijeron que con esa regularidad podíamos ir ya hacia el hospital.

Apenas lo dijo, nos dirigimos al hospital y, al llegar, tuve que dejarme caer al suelo para transitar una gran ola uterina. 

Cuando me chequearon, me dijeron que estaba dilatada de 4 cm. ¡No me lo podía creer!

¿Solamente 4 cm? En ese momento nos dejaron solos en la habitación, a la espera de las PCR negativas para poder trasladarnos a la habitación con la bañera de partos.

Ese era nuestro deseo: recibir a nuestro bebé en el agua

Durante el tiempo que estuvimos en aquella sala, solos esperando, transitamos juntos cada contracción. Respirando, reconociendo los picos y los valles de cada ola. 

Ahí volví a descolocarme. ¿Pero no se suponía que el cuerpo me iba a pedir movimiento? pensé. 

Y es que lo único que quería era estar tumbada en la cama, desnuda, agarrada con fuerza a una barra lateral.

Al cabo de una hora, tuve ganas de pujar. Y lo hice. Estábamos todavía solos y cada vez que pujaba sentía muchísimo alivio.

Cuando por fin vinieron a decirnos que la PCR era negativa y que podíamos pasar a la habitación donde iba a parir, una enfermera se dio cuenta de que estaba ya pujando y avisó a la matrona.

Le dijeron a mi compañero que fuera a coger las cosas que teníamos en el coche, que tenía tiempo.

Yo pedí que me dejaran quedarme en el baño, era el único lugar en el que me sentía cómoda. 

Mientras preparaban la bañera, yo seguía pujando instintivamente. Fue en ese momento cuando la matrona me dijo que me iba a examinar.

En cuanto me abrí de piernas se dio cuenta: la cabeza de mi bebé estaba coronando. 

Sentí el aro de fuego tal cual me lo había imaginado

Llamaron al padre de la criatura para que volviera a la habitación a todo correr. Tomé fuerzas y me dirigí de la cama a la bañera de partos. 

La matrona me miró y me dijo: No tienes tiempo, la bañera tarda en llenarse quince minutos, y para entonces tu bebé ya habrá nacido. No me lo podía creer. 

Otra vez me descoloqué. ¿Voy a parir en una cama teniendo una bañera enfrente? Pues sí. 

Pujé, pujé y pujé. Las contracciones eran cada vez menos intensas y sentí que estaba perdiendo las ganas de empujar. 

De repente pronuncié las temidas palabras: No puedo. 

Esas palabras. Las había leído en tantos relatos de parto. Eso significaba que quedaba muy poco para conocer a mi nuevo amor. Y así fue.

Entre mi bebé, mi pareja, y yo, lo logramos. 

Apenas seis horas después de la rotura de la bolsa, tenía a mi criatura en brazos. It’s a boy! Escuché. No me importaba su sexo, sólo ese llanto tan ansiado que siempre recordaré.

Con él encima, esperamos a que el cordón umbilical dejara de latir y lo cortamos. Alumbré la placenta y alucinamos al verla. 

Y así fue como me convertí en madre de un niño sano y precioso

Con conocimiento de las diferentes fases del trabajo de parto, con confianza de que mi bebé, mi pareja y yo sabíamos lo que teníamos que hacer y con una técnica de parto positivo que hizo que lo brutal fuera más llevadero.

Desde ese momento, me partí en dos para siempre.

Gracias, Carmen, por ayudarme a sobrellevar tanta intensidad física y emocional, y por darme las herramientas que necesitaba para empoderarme y vivir el parto de una forma plena y con una mirada positiva.

Y hasta aquí llega este relato de parto positivo.

Ariadna preparó su parto con el Curso Online a Tu Ritmo y tú, que estás leyendo este hermoso relato, también puedes hacerlo.

Y un excelente complemento y valioso recurso es el “Libro de Hipnoparto: preparación para un parto positivo” en el que incorporarás herramientas para vivir un parto real, sin miedos, empoderada y positivo.

Gracias por compartir tu experiencia y bienvenido Maren a la vida al otro lado de la piel. Te deseo que esa fuerza y poderío te acompañe siempre.