Lágrimas de emoción caen al leer este relato de Mia. Un relato de inspiración, lleno de amor y seguridad en sí misma que nos invita a pensar que otras maneras de nacer y parir son posibles y necesarias.
Y comienza así:

Hoy, justo un mes después, siento que es el momento de ponerle palabras a todo lo que siento.
Aún recuerdo aquel día con la familia de Vanesa en el estudio.
Teníamos rato para hablar, Maia tenía pocos días de vida y estaba tomando pecho antes de su sesión a la atenta mirada de su hermana mayor.
Les pregunté, de manera rutinaria, qué tal su experiencia de parto. Estaba preparada para escuchar palabras como: epidural, episiotomía, tactos… Pero no, está vez fue diferente.
Me llamó mucho la atención toda la historia de cómo aquella familia había integrado a su hija mayor en un parto en casa.
Había palabras como: respeto, acompañamiento, naturalidad y los ojos del padre brillaban mientras me transmitía su emoción cuando vió nacer a su segunda hija en casa.
Rodeada de su familia y de profesionales que acompañaron el nacimiento, junto a su hija mayor quién sin duda tuvo una de las experiencias más bonitas de la vida, ver nacer a su hermana. Llena de amor y la enseñanza empoderada que le ha dejado su madre:
Somos mamíferas y sabemos parir
Me di cuenta de cuánto ignoraba y cuanto tenía que aprender. Sin duda yo quería eso, quería ese brillo en la mirada cuando hablara de mi parto, y me emocionaba pensar en que yo también podía hacerle ese regalo a mi hija.
Ahora tocaba informarse, rodearse de profesionales, porque estar informada te da poder y yo quería estar preparada para todo. No tuve una buena experiencia en el primer parto así que esta vez quería que fuera diferente.
Necesitaba ponerle palabras a todas las sensaciones que me desbordaron la primera vez. Necesitaba enfrentarme a ellas y superarlas. Quería entenderlas.
Me dio tanto poder escuchar experiencias de otras madres. Leí mucho, pero me quedó grabado el libro de Carmen “Hipnoparto: Preparación para un Parto Positivo”.
Ponía palabras a todo lo que sentía. Hablaba de las olas uterinas, tenía sentido imaginar una ola que sólo tenía que atravesar.

Recuerdo visualizarlas, de una manera lenta, cómo entraban, cómo recorrían mi cuerpo, cómo subían de intensidad y cómo se iban.
Esta vez no huía de ellas, las surfeaba, las aceptaba.
Estábamos en el patio, papi y yo. Encendimos velas de té mientras esperábamos las comadronas y el fotógrafo.
Las olas cada vez eran más intensas y yo empezaba a vocalizarlas.
A las 5:00 horas llegaron tres coches, mientras andaba descalza por el patio, un caracol paseaba por mi tripa. Me distraía y recordaba a mi hija que dormía en su cuarto, ajena a todo.
Mi alrededor era un vaivén de personas preparando mi hogar para recibir a Lea.
Entré en casa y olí las hierbas que estaban hirviendo Carla y Marga. Papi había terminado de llenar la piscina. David tenía su equipo listo para registrarlo todo.
Me abrumó ver que iba en serio. Había visualizado tanto ese día, ver a todas esas personas en ese momento, de madrugada, preparadas para mi con la mejor de sus sonrisas.
Era todo tan diferente a la primera vez.
Dilaté casi por completo al lado de la piscina. Aún no sentía la necesidad de entrar.
Tuve que dar un par de vueltas al comedor porque mi cuerpo me pedía movimiento con cada ola salvaje que entraba por mi cuerpo y me doblaba por completo.
Marga me dijo “si entrás te sentirás mejor”. Yo no me sostenía. Me mentalicé que el dolor terminaba con un bebé y entré.
El agua caliente me brindó un momento de calma. Éxtasis fue lo que sentí entre cada contracción. El agua me sostenía y podía moverme.
La intensidad se elevaba y pregunté cómo iba el parto. Ellas me dijeron “sólo escuchate, ya estás empujando, ya está aquí”.
Todo estaba a oscuras. No podía abrir los ojos, concentrada en atravesar aquellas olas pero sentía todas esas manos sobre mi.
Papi me sostenía por detrás. Marga me auscultaba. Carla me empoderaba con sus palabras. Y pujé.
Pujé tan fuerte que mi cuerpo gritaba con todas sus fuerzas y en ese momento preciso momento, rompiendo en silencio en la sala, se abrió la puerta. Y con la más hermosa sonrisa del mundo salió mi pequeña Lana.

Emocionada, feliz por escuchar a su mamá hacer fuerza para ayudar a nacer a su hermana. Es algo que trabajamos mucho, muchísimo, con cuentos, historia y palabras.
“Mamá va a gritar, sí, pero para ayudar a nacer a Lea.”
En ese momento de ruido y movimiento nos quedamos todos en silencio viendo cómo ella recorría la sala feliz empapándose de toda esa energía positiva. Le brillaban los ojos de emoción y se puso al lado de papi, ayudando a sostenerme.
Me miró a los ojos y me dijo con la más dulce voz “tú puedes mami”.
Me emocioné nuevamente. Sentí tanto orgullo que me dio la fuerza de todas las mujeres poderosas y ,bajo la atenta mirada de su hermana, Lea nació.
El tiempo se paró y sentí a Lea en mi pecho. Lo había hecho, lo habíamos hecho.

El dolor había desaparecido. Lana me abrazaba, papi me besaba.
No podía creer lo que acababa de hacer. Me sentí tan poderosa. Me tomé mi tiempo y salí de la piscina hacia el sofá.
Nos conocimos los cuatro como familia.
Teníamos nuestro espacio, respetado.
En lo que yo creí un momento, la casa estaba recogida. No parecía que hubiera pasado nada en el comedor. Ellas prepararon comida para todos y juntos comentamos lo sucedido.
Todos comimos. Lea tomaba pecho, Lana jugaba con todos. Y hablamos de la placenta, estaba allí con nosotros y quisimos honrarla .
En un lienzo blanco, Lana ayudada de las comadronas la pintaron de colores. Cada color representaba uno de nosotros. Quedó precioso y fue increíble ver la naturalidad con la que ella lo vivió.
La casa se fue vaciando. David que con su impecable trabajo, silencioso y respetuoso a todo, fue invisible. Ellas, que se marcharon dejando mi casa preparada para la nueva vida.
Allí estábamos los cuatro, en nuestra casa, respetados, asesorados, cuidados.
Lana quiso coger a su hermana y con cuidado le dijo “bienvenida Lea, te quiero mucho”.
Esta no es sólo mi experiencia, es también la de ellas. De cómo se han conocido.
Que aquí empieza su historia, de cómo su madre les ha enseñado que somos mujeres y sabemos parir.
Que somos fuertes, valientes y poderosas.
Por poner mi granito de arena en visibilizar otra opción. Por un parto donde quieras, pero un parto respetado, es que cuento mi experiencia.
Y hasta aquí este relato que emociona con cada palabra.
Mia preparó su parto con el Curso Online a Tu Ritmo y tú, que estás leyendo este hermoso relato, también puedes hacerlo.
Y un excelente complemento y valioso recurso es el “Libro de Hipnoparto: preparación para un parto positivo” en el que incorporarás herramientas para vivir un parto real, sin miedos, empoderada y positivo.
Gracias infinitas Mia por compartir tu experiencia, esperamos que este relato inspire a otras madres como tú, para que tengan la posibilidad de elegir dónde y cómo parir. Seguro que así será.